El 80% de los jóvenes latinoamericanos considera «normal» la violencia machista, según Oxfam Intermón
«No se trata de llenar las cárceles de hombres, sino de cambiar la sociedad», decía en una reciente entrevista la indígena experta en género, Irma Alicia Velásquez. Su país, Guatemala, cuenta con una de las normativas más avanzadas para perseguir la violencia machista, pero al menos 500 mujeres fueron asesinadas en 2017 por el hecho de ser mujeres. Por ello, insisten las organizaciones feministas, los cimientos que sustentan los comportamientos machistas también deben ser derrumbados para reducir las altas cifras de feminicidios.
Son esos cimientos, ese «imaginario» y esas «normas sociales nocivas» que alimentan el machismo, los que trata de identificar un reciente informe de la ONG Oxfam Intermón centrado en ocho países de América Latina y Caribe. A través de 4.731 encuestas, 47 focus group y 49 entrevistas en profundidad entre jóvenes de Bolivia, Colombia, Cuba, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y República Dominicana, el estudio se introduce en las «raíces profundas del sistema que produce, reproduce y sostienen las violencias contra las mujeres» y que, advierten, suelen derivar en la «normalización» de estos comportamientos.
El 86% de las y los jóvenes entrevistados aseguran que no intervendría si un amigo le pega a su novia. El 80% considera «normal» la violencia machista, según el análisis elaborado por la ONG. En Nicaragua, cuatro de cada diez encuestados saben que un amigo le pega a su novia. En República Dominicana, tres de cada diez jóvenes señalan que sus amigos golpean a sus parejas mujeres, según el informe de Oxfam Intermón.
«Esta normalización, alimentada por creencias y comportamientos, está fuertemente arraigada no solamente entre la juventud, sino también en las instituciones públicas y en nuestros círculos familiares y sociales, y se refuerza desde nuestras prácticas cotidianas», recuerdan desde la ONG. Los resultados provienen de las encuestas realizadas en América Latina y Caribe, pero sus respuestas pueden sonarnos familiares y son las que, según organizaciones feministas, nutren la base del heteropatriarcado.
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