Cueva de Altamira: ¿Quién fue la niña de 8 años que descubrió las pinturas?
La cueva de Altamira (Cantabria, España) inspiró el 24 de septiembre un ‘doodle’ de Google con motivo del 139 aniversario del descubrimiento en 1879 de sus impresionantes pinturas, consideradas la obra cumbre del arte paleolítico.
El descubrimiento de la gruta se remonta a unos años atrás, concretamente a 1868. Fue entonces, según detalla la Wikipedia, cuando el tejero asturiano Modesto Cubillas dio con la entrada a la cueva mientras trataba de liberar a su perro de caza, que se había quedado atrapado entre las grietas de unas rocas.
Entonces el hallazgo pasó desapercibido (en la zona, de terreno kárstico, hay miles de grutas), pero Cubillas se lo comunicó a Marcelino Sanz de Sautuola, potentado local y aficionado a la paleontología.
Sanz de Sautuola visitó la cueva años después, en 1875, pero no observó nada destacable. En una segunda visita en 1879 fue acompañado por su hija María, quien mientras su padre exploraba la gruta se adentró en una sala lateral y vio una espectaculares pinturas en el techo. «¡Mira, papá, bueyes!», exclamó la pequeña, de 8 años. Acababa de descubrir la capilla Sixtina del arte rupestre paleolítico.
Las pinturas de la cueva de Altamira fueron el primer conjunto pictórico de la prehistoria conocido en su época. Bisontes, caballos, ciervos, manos y misteriosos signos pintados o grabados durante milenios se extienden majestuosos por el interior de la gruta.
De hecho, tras su descubrimiento no faltaron las voces que denunciaron que las pinturas eran falsas, al considerar que sus formas abstractas y sus reproducciones de la vida salvaje eran demasiado sofisticadas para su tiempo (están datadas en el periodo magdaleniense, hace entre 12.000 y 15.000 años). Finalmente, un estudio francés llevado a cabo en 1902 constató su origen paleolítico.
La autoría de las pinturas de la cueva de Altamira
La posibilidad de que las pinturas de Altamira fueran obra femenina se abrió paso en el 2012, cuando en una exposición en Madrid se representó a una mujer pintando la cueva. «Supuso un impacto. Se alzó mucho la voz desde la academia. ¿Por qué ponéis a una mujer, si no está comprobado que lo fuera? Bien, tampoco está comprobado que fuera un hombre«, comentó Ana Herranz, investigadora en un proyecto sobre arqueología y mujeres en la Universidad de Jaén.
Lo único cierto es que en la actualidad es imposible discernir si las pinturas fueron obra de mujeres o de hombres. En todo caso, tan aventurado es sostener una hipótesis como la otra.
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