“La educación es la mejor forma de salvar vidas”
«La educación es la clave. Es la mejor forma de salvar vidas». La frase puede parecer una perogrullada, pero resume la trayectoria personal y profesional de una pediatra camerunesa que comenzó luchando contra la mortalidad infantil, después se puso al frente de la batalla contra la malaria y ha culminado su recorrido con la fundación de una organización educativa en su país.
Esther Tallah (Bamanda, Camerún, 1957) gesticula mucho con las manos, para subrayar cada cosa que dice. Como cuando recuerda que tuvo la «suerte» de recibir una educación y llegar a ser médico, o que no tuvo ninguna duda sobre qué especialidad elegir. Quería ser pediatra, tratar a los bebés. «Me encantan. Incluso en situaciones muy difíciles, de pronto se recuperan y lo llenan todo con su alegría». Cuando trabajaba en el hospital, Tallah estaba convencida de que nada podía llenarla más. Incluso a pesar de los momentos duros, que no eran pocos. «Muchos se recuperaban al tratarles, pero tantos otros morían. Hicieras lo que hicieras. Y esos son los que te marcan», reflexiona.
Un día, en 1998, recibió una llamada de la ONG Plan International, dedicada a proteger los derechos de la infancia desde que se fundara para atender a los niños de la Guerra Civil española. Tallah pensó que la llamaban por error, pero los responsables querían una pediatra para coordinar sus programas de salud infantil en Camerún. Ella aceptó colaborar, poniendo como única condición que eso no le apartara de su vocación: el hospital y sus bebés.
«Pero entonces mis esquemas cambiaron: me di cuenta de que donde era realmente útil era en los pueblos, en las casas». En lugar de esperar cruzada de brazos la llegada de niños enfermos para intentar salvarlos, vio que podía prevenir esas dolencias. «Muchos pequeños morían por enfermedades que son fácilmente evitables con unos hábitos de salud básicos», señala.
Al recorrer las comunidades y tratar con los padres, Tallah tuvo ocasión de formarlos: si el niño tiene fiebre se le refresca, se le da un antipirético y se corre al hospital; las vacunas son necesarias; si tiene diarrea, hay que rehidratarlo; la lactancia materna debe ser intensiva y exclusiva… En cuatro años, los índices de supervivencia al llegar a los cinco años de vida se multiplicaron en las zonas del programa. En todo Camerún, en 2000 morían 150 de cada 1.000 menores de esta edad. En 2015 eran 95.
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