Sara Gómez: «Para romper el techo de cristal en la ingeniería hay que empezar por la educación»
Sandra Sabatés ha entrevistado a la ingeniera Sara Gómez en su sección «Mujer tenía que ser» de El Intermedio.
La científica ha reflexionado sobre el bajo porcentaje de mujeres en el mundo científico y tecnológico y ha narrado algunas de las experiencias machistas que ha vivido a lo largo de su carrera.
«Los niños piensan que los genios solo pueden ser hombres»
La primera pregunta que lanzó Sabatés a su invitada fue por la razón de que «en las carreras de ingeniería las mujeres solo somos el 25% del alumnado». La entrevistada señaló una «mezcla de factores que las mujeres no tengan en el horizonte hacerse ingenieras ni tecnólogas: desde un problema estructural, a social, cultural y de estereotipos. La ingeniería es tradicionalmente un mundo de varones y hostil», explicaba y por eso «estamos en carreras con vertiente social y no ven que la ingeniería también la tiene».
Gómez también citaba un estudio que explicaba que «a los 4 años los niños y las niñas tienen la misma percepción de las materias y a partir de los 6 clasifican que las ciencias son más difíciles y las letras más fáciles. Y piensan que la parte difícil es para genios y los genios son ellos».
Una distinción dañina para las mujeres que, según la catedrática, «empieza por los juguetes: las niñas juegan con actividades más de servicio a los demás, los chicos no. También los referentes femeninos que tienen en ciencias son casi inexistentes para ellas».
Por lo que concluía que «lo que hay que hacer es educar, la educación es la palanca más poderosa«.
«Mi primer jefe me dijo que tenía que demostrar el doble que un hombre para considerarme la mitad»
Preguntada por su función como directora del proyecto ‘Mujer e Ingeniería’ contó que «el proyecto consiste en que hayan más ingenieros en el mundo y también que haya más mujeres en él».
Recordó que sus ganas por estudiar ciencias nacieron de «dos profesoras monjas de física y matemáticas excepcionales en mi formación del colegio. Me gustaba hacer cosas y tuve un ingrediente de rebeldía porque a mi padre no le parecía normal que lo estudiara».
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