Sin servicios públicos de calidad no hay igualdad de género
Austeridad. De izquierda a derecha, los gobiernos no se sacan esa palabra de la boca. Las elecciones europeas se acercan y se teme que la oleada de movimientos de extrema derecha se multiplique en todas partes, culpando a Bruselas de las políticas de austeridad y, por lo tanto, de la recesión y el desempleo. Esta situación ha provocado un masivo rechazo hacia los extranjeros y refugiados, así como una demanda por gran parte de la población europea de políticas xenófobas y autoritarias.
La exigencia de recortes presupuestarios, que en la práctica tienen un impacto directo en los servicios públicos, no solo favorece el populismo y las tensiones sociales, sino que es también un ataque frontal contra los derechos de las mujeres. Y es así porque ellas dependen más de los servicios sociales públicos que alivian la carga del trabajo no remunerado que recae de forma desproporcionada sobre sus hombros. Limpiar, cocinar y cuidar de los miembros dependientes de la familia —niños, ancianos y personas con discapacidad— siguen siendo asuntos de mujeres. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que en España al menos 2,5 millones de mujeres no pueden acceder al mercado laboral por tener que asumir las tareas domésticas en el ámbito familiar. Ellas realizan el 68% del trabajo asistencial no remunerado.
Mujeres y niñas son también las más afectadas allí donde los servicos básicos son precarios, como es el caso de los países en desarrollo. En África subsahariana, por ejemplo, donde más de dos tercios de la población carece de acceso al agua corriente, son ellas quienes se encargan de proveer de agua y saneamiento al hogar. Las niñas se dedican a buscar agua y leña mientras sus hermanos van a la escuela.
Esta injusta situación implica que las mujeres tengan menos oportunidades de educación, formación y trabajo, lo que dificulta mucho su independencia económica. En la Unión Europea, el 25% de ellas cita la asistencia y otras responsabilidades familiares como las razones que no les permiten formar parte del mercado laboral, frente a solo el 3% de los hombres.
Incluso cuando consiguen trabajar, muchas se ven atrapadas en empleos mal remunerados y de pésima calidad, a menudo en el sector informal. Gran parte de ellas no tiene protección social laboral y carece de condiciones de trabajo apropiadas, lo cual afecta negativamente sus ingresos actuales y futuros (menos derechos a pensiones, etc.). Todo ello se suma a la ya inaceptable diferencia salarial del 23% que existe entre mujeres y hombres.
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