El #MeToo choca en África con las violencias toleradas contra las mujeres
Con más o menos influencia por el movimiento #Metoo, en África las mujeres también alzan la voz contra los abusos sexuales o por los tratamientos injustos a los que se ven sometidas. Están en la lucha, aunque lejos de la intensidad y el alcance que ha tenido esta proclama en Estados Unidos y Europa. Que se atrevan a reclamar sus derechos adquiere una relevancia especial en un contexto difícil en muchos países, en los que las violaciones son tabú, las víctimas de abusos son acusadas de provocación y la violencia de género está socialmente tolerada. Entre otras batallas como la mutilación genital femenina, el matrimonio infantil o el acceso a las tierras.
A principios de 2018, el corazón de la Unión Africana se vio sacudido por dos informes elaborados por trabajadoras del organismo panafricano y elevados a las más altas instancias en los que destapaban décadas de “apartheid profesional” contra las mujeres y el ambiente machista de esta organización. Bebiendo de las fuentes del #Metoo, ambos informes pusieron el dedo en la llaga de un continente donde la igualdad tiene un largo camino por recorrer. Apenas dos meses más tarde, la cumbre de los jefes de Estado africanos en Kigali volvía a dar que hablar: en la foto no salía ni una sola mujer.
Angela Kabari, exempleada de la compañía de software keniana Ushaidi, denunció en público que el director ejecutivo de la empresa, Daudi Were, la había acosado sexualmente y logró que se abriera una investigación que concluyó con el despido del directivo. El pasado 5 de mayo, la escritora y activista nigeriana Oultimehin Adegbeye coincidió en un debate televisivo con el popular presentador Andre Blaze Henshaw. Tras la grabación, Adegbeye reveló a través de Twitter que Henshaw la había acosado sexualmente dos años atrás y solicitó la retirada del programa, lo que finalmente consiguió tras dos semanas de un intenso debate en las redes sociales.
Estos ejemplos han dado valor a movimientos y mujeres a título individual, pero no en todos los países existe el mismo ambiente ni las denuncias son acogidas de igual manera. Según aseguraba recientemente la feminista ghanesa Nana Darkoa Sekyiamah a la BBC, “las razones que provocan que las mujeres no se animen a nombrar públicamente a quienes han abusado de ellas son, sencillamente, porque el coste de hacerlo es muy elevado. ¿Cuál es el beneficio de hacerlo si no va a haber justicia?”.
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