Mover el culo
Hace unos días en la media parte de la Super Bowl –de la que tanto se ha hablado, para bien y para mal– tuvimos la oportunidad de ver a dos enormes mujeres de mediana edad bailando y moviéndose con una agilidad portentosa que ya querría yo para mi. Sabemos que eso es un espectáculo gigantesco y no nos vamos a andar con remilgos sobre si fue o no empoderante (un palabro que no me gusta nada, pero eso es materia para otra columna) o si cosificaba el cuerpo femenino. Era un espectáculo y de las cantantes y bailarinas no vamos a esperar que vistan con un hábito monjil. Hemos asumido que el cuerpo de las mujeres alegra la vista, máxime si va a ser visto por millones de personas en el descanso de un deporte hipermasculino.
Lo que sí me gustaría destacar es la abismal diferencia que separa lo que se exige a las mujeres con lo que se pide a los hombres, no solo estéticamente, sino también en cuanto a capacidades vocales y artísticas. Si Jennifer Lopez y Shakira hubieran aparecido en el escenario luciendo el vestuario de Bad Bunny y J. Balvin (los dos cantantes que aparecieron fugazmente junto a ellas) y haciendo los mínimos y esclerotizados movimientos que parece que son capaces de realizar hubieran caído tomates, piedras y chuzos de punta.
Mientras ellas bailan, saltan, se contorsionan, coreografían junto a sus bailarinas y lucen sugerentes ropas adecuadas para un espectáculo de tales características, a ellos les basta aparecer sobre el escenario uno envuelto en una especie de capa de hojalata plateada (por muchas piedras de Swarowski con que estuviese adornada) con gorro a juego, y el otro con una sudadera y un chándal negro. Mientras para hacer lo que hacen Shakira y Jennifer Lopez se requiere trabajo, práctica, gimnasio y horas de ensayo, a Bad Bunny y a J.Balvin les basta con coger el micrófono y ponerse en medio del escenario como pasmarotes. No tienen que realzar sus cuerpos con ropas sexys y seductoras, y no digamos ya ensayar pasos de baile o coreografías sencillas. La ley del mínimo esfuerzo.
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