Educar para la igualdad es prevenir las violencias machistas
La violencia de género es una violencia estructural, es decir, que se sustenta en la desigualdad entre hombres y mujeres presente en diferentes ámbitos de nuestra sociedad. No es una violencia puntual, ni excepcional, ni de casos concretos, ni tiene un perfil de agresor o un perfil de víctima. Se produce porque la sociedad, en su conjunto, mantiene el sexismo como una de las bases de la socialización y las mujeres reciben violencia por el simple hecho de ser mujeres. Así ha sido a lo largo de la historia y así es en la actualidad, si bien asistimos a avances que nos permiten tener estrategias para luchar contra ella.
Es estructural porque está basada en una ideología de discriminación de las mujeres respecto a los hombres, en estereotipos que nos marcan desde nuestros primeros años de vida para jerarquizar la sociedad, de manera que todo lo relativo a las mujeres es secundario respecto a lo masculino y de ahí se deriva la naturalización de la superioridad de los varones frente a las mujeres.
Como estructural que es, esta violencia debe ser atajada desde la estructura social, es decir, desde todos los ámbitos que influyen en la socialización de las personas para que esta se produzca libre de sexismo y de discriminación. Por lo tanto, en este trabajo por la igualdad tienen responsabilidad tanto el poder legislativo, como el judicial, como el social, como los medios de comunicación, como las familias, como el ámbito escolar.
Y en este último es en el que se centrará este artículo.
La escuela, la enseñanza, no está libre todavía de estereotipos sexistas. En los últimos años son muchos los estudios que demuestran que, desde educación infantil, de manera inconsciente por lo general, en el ámbito educativo se repite una socialización estereotipada, que lleva a la desigualdad y a la discriminación y, sobre todo, que naturaliza una sociedad no igualitaria que va conformando las ideas de niños y de niñas y cuyo máximo exponente es la violencia contra las mujeres: niños que a los cuatro años ya no quieren usar el color rosa porque es de niñas, niñas que a los seis años ya se sienten incapaces para las ciencias, chicas que se construyen con el objetivo de agradar a los hombres, chicos que cosifican a las mujeres y aprenden sexualidad en la pornografía, opciones profesionales con un enorme sesgo de género, desconocimiento de la igualdad, del feminismo y de la historia de las mujeres, etc.
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