La odisea del alumnado sordo en tiempos de Covid
Erika tiene diez años y cursa 5º de primaria en un colegio público de Zaragoza. El pasado mes de marzo, al igual que miles de niñas y niños españoles, vio cómo sus clases quedaban suspendidas de la noche a la mañana. Durante tres meses tuvo que seguir el curso desde casa. Con una particularidad: es una alumna sorda y el confinamiento se convirtió para ella en un hándicap a la hora de continuar su educación a distancia, obligada a prescindir del aprendizaje presencial, el apoyo in situ de sus profesores y de la comunicación cara a cara. “Era más difícil, me costó un poco y mi madre me ayudaba”, explica ahora en una entrevista por videollamada.
Hasta la explosión de la pandemia de COVID-19, no había tenido demasiados problemas en el colegio. Gracias a un implante coclear, que permite a las personas sordas procesar y recibir sonidos, y apoyada en la lectura labial y los gestos faciales y corporales, podía seguir con cierta facilidad las clases incluso sin intérprete, aunque domina bien la lengua de signos, con la que creció en su familia. A partir de marzo, sin embargo, su aprendizaje pasó a ser exclusivamente online y surgieron las dificultades. “Tenía muchísimas videollamadas orales, incluso ejercicios de listening en inglés”, relata a su lado su madre, María Ángeles Muñoz. “Al ser clases virtuales, muchos compañeros hablaban a la vez y la información que el ordenador recibía estaba auditivamente al mismo nivel, por lo que no podía discriminar cada una de las voces”.
En la familia de Erika todos sus miembros son sordos: su padre, su madre y su hermana Carlota, de 12 años. Esta última, que cursa segundo de ESO, siguió con menos dificultades las clases durante el confinamiento gracias a que contaba con una intérprete de lengua de signos que continuó dándole servicio a distancia en sus clases telemáticas. Sin embargo, con la vuelta al cole en septiembre, marcada por las recomendaciones sanitarias, el uso obligatorio de la mascarilla se interpuso entre ella y el resto de la clase. Lo mismo le ocurrió a su hermana. Y a decenas de niños y niñas sordos.
“Ahora no entiendo tan bien a mis compañeros”, se queja. “Y en las clases en las que la intérprete no está, como en inglés o francés, antes el profesor podía acercarse para explicarme algo mejor, pero ahora hay que guardar la distancia”.
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