Dedé Mirabal, la mujer que sobrevivió para contar la historia de sus hermanas
Este texto es parte de Overlooked, una serie de obituarios sobre personas notables cuyas muertes, a partir de 1851, no fueron publicadas en el Times.
Durante más de 50 años, Dedé Mirabal llevó a cuestas un peso aplastante: sus tres hermanas fueron asesinadas en 1960 por esbirros de Rafael Trujillo, el cruel dictador de la República Dominicana.
Al ser la única hermana Mirabal que sobrevivió al régimen de Trujillo, Dedé tuvo que luchar con el sentimiento de culpa y encontrarle el sentido a continuar con vida. Se dedicó a transmitir el legado de sus hermanas como si lo hicieran las propias “mariposas”, el nombre en clave que sus hermanas habían adoptado como adversarias de Trujillo.
Dedé Mirabal escribió acerca de los actos revolucionarios de sus hermanas en sus memorias de 2009, Vivas en su jardín, y preservó su recuerdo en un museo, la Casa Museo Hermanas Mirabal, en su ciudad natal, Conuco, del que fue directora y donde ofrecía recorridos frecuentemente.
Allí les contaba a los niños que visitaban el lugar cómo la muerte de sus hermanas contribuyó a desencadenar una revolución que derivó en el derrocamiento de Trujillo en 1961, lo cual allanó el camino para la restauración de la democracia.
“¿Por qué a usted no la mataron?”, le preguntaban los niños.
“Y les respondo: ‘Quedé viva para contarles la historia’”, escribió en sus memorias.
Bélgica Adela Mirabal Reyes nació el 1 de marzo de 1925; sus padres fueron Enrique Mirabal Fernández y Mercedes Reyes Camilo. Fue la segunda de las cuatro hermanas Mirabal: María Teresa nació en 1935, Patria en 1924 y Minerva en 1926. La familia vivía en una finca próspera cerca de la ciudad de Salcedo, donde también tenían un molino de café y una tienda de abarrotes.
Su madre era amorosa pero estricta, estaba obsesionada con la limpieza y era aficionada a decirles a sus hijas: “La pobreza la amó Dios, pero la asquerosidad no”. Enseñó a sus hijas a coser. “¿Y a quién se le ocurría levantarse y dejar su cama sin arreglar? Ella no lo permitía”, escribió Dedé. Por el contrario, su padre la llevaba sobre los hombros al caminar por los campos y a menudo expresaba su apoyo a sus hijas.
La apacible educación de las hermanas en el campo fue interrumpida por Trujillo, quien era el comandante en jefe del ejército dominicano cuando tomó el poder en un golpe de Estado en 1930. Tomó el control de la economía y monopolizó la producción de sal, carne, arroz y tabaco en beneficio propio y de su familia. A su muerte, “su imperio había crecido tanto que controlaba casi el 80 por ciento de la producción industrial del país”, escribió el historiador Frank Moya Pons en Historia de la República Dominicana (2010).
Leer el artículo en The New York Times.