Diana Oliver, escritora: «Para comer sano no solo hay que tener recursos económicos, también formativos”
A diferencia de otros animales, para los seres humanos el acto de comer responde a mucho más que una necesidad fisiológica. Es tradición y cultura, hábito e incluso identidad. Comemos alrededor de una mesa, en un espacio y con unas herramientas destinadas a ello, reunidos con los seres queridos, para celebrar fechas señaladas y compartir. Hemos levantado negocios dedicados exclusivamente a la gastronomía, hablamos de ‘turismo gastronómico’: comer es mucho más que llenar la barriga.
A las librerías ha llegado un boom de libros de recetas que nos invitan a comer más sano, más sostenible, mejor, pero no nos dicen por qué es conveniente que lo hagamos ni cómo evaluar el impacto que tiene en nuestras vidas la forma en que leemos los alimentos y los consumimos. Esta toma de conciencia debería comenzar en la infancia. El libro que acaba de publicar la periodista Diana Oliver, ¡Ñam!, sobre lo que comemos (Editorial Andana), renueva la mirada sobre las comidas en un texto que abarca todos sus estadios, desde el componente social a las alergias o el impacto en el medioambiente, y que conducido por las ilustraciones de Carmen Saldaña se presenta como una guía educativa constructiva para niños y niñas, y también adultos.
Creo que nunca me había hecho la pregunta con la que empieza el libro: ‘¿Por qué comemos?’ Es curioso cómo una cuestión tan simple puede concienciar mucho más que un manual de nutrición.
Hay que empezar por el principio. Hay mucha información sobre alimentación, pero ¿sabemos por qué comemos? Comemos por otras cosas además de para cubrir una necesidad primaria. Si lo pensamos bien, nuestra cultura y nuestra sociedad giran alrededor de un mantel. Pues ese es el primer paso, saber por qué está ahí y cuál es el alcance de algo que forma parte de nuestras vidas cada día. El libro es una especie de caminito con migas de pan: por qué comemos, cuales son los alimentos que deberían ser la base de la alimentación, qué alimentos tienen carné de saludable y cuáles no, sobre todo en el apartado de procesados y alimentos a evitar. Con esa orientación mínima para luego decir: vale, ya sé qué es lo básico, ahora seguiré investigando.
Parece que buscamos pautas y directrices, o soluciones mágicas, en vez de someter nuestros hábitos alimentarios a reflexión.
Es que la publicidad es tremenda. Por un lado, creo que hablamos más que antes de lo que comemos, porque internet ha recogido mucha información y derribado muchos mitos fomentados por el marketing alimentario, pero no sé si somos muy conscientes todavía de lo que comemos. ¿Sabemos analizar las etiquetas que hay detrás de un procesado? No demasiado bien, porque la publicidad nos ha hecho un lío, nos vende como productos saludables cosas que no lo son, así que tenemos que aprender a averiguar si nos está diciendo la verdad y eso se consigue aprendiendo qué tiene el producto original.
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