Solo el 0,5% de los bebés nacidos en cinco años lleva el apellido de la madre primero: «Mucha gente nos dice ‘¿qué necesidad?'»
El apellido del padre primero y el de la madre después. Es el esquema tradicional, una obligación hasta hace dos décadas y la fórmula que siguen eligiendo la abrumadora mayoría de las parejas heterosexuales en España cuando tienen un hijo o hija. Con la entrada en los años 2000, nuestro país permitió que el de la mujer pudiera ir en primer lugar, pero hacerlo estaba sujeto a más requisitos porque el paterno seguía teniendo preferencia. Sin embargo, 17 años más tarde la ley dio un paso más y eliminó esta prevalencia: los progenitores deben decidir desde entonces el orden de los apellidos de su descendencia, pero esto no se ha traducido en un incremento de las familias que escogen que sus hijos lleven primero el materno.
Esta opción es ínfima, casi testimonial, según revelan los datos facilitados por el Ministerio de Justicia a elDiario.es: los bebés con el apellido de la madre en primer lugar ni siquiera llegan al 1% del total de nacidos desde hace cinco años. Son 9.839 de 1.950.000, el 0,5%. Por años, la incidencia de esta opción se ha mantenido más o menos estable. En 2017, el año en que entró en vigor la reforma, los registros civiles registraron una mayor proporción que los años siguientes, pero en ningún caso ha superado los 3.000 bebés.
Los datos, apunta Justicia, hacen referencia al total de inscripciones, en las que están incluidos los hijos de parejas homosexuales también, a los que no afecta este análisis. El ministerio aclara que las cifras son las inscripciones incluidas “al minuto” en el sistema informático Inforeg, al que se han ido incorporando progresivamente los registros civiles -por eso, la cifra de nacimientos se ve incrementada año tras año en la tabla siguiente-.
Así que parejas como la de Rafael Merino y Sara Saavedra o la de Cova Díaz y Nico Ordozgoiti son un auténtica excepción. Ambas tienen dos hijos que llevan en primer lugar el apellido de ellas, una decisión que tenían clara «desde el principio», antes del nacimiento del primero, cuenta Rafael, que en su caso fue en abril de 2017. Creen que «es un pequeño gesto, pero con un gran trasfondo» porque la prevalencia del masculino «siempre nos pareció una discriminación propia de la sociedad patriarcal». Y ese, dice, es el principal motivo que les movió: «Era una acción simbólica e incluso un acto reivindicativo para visibilizar que ambos tienen el mismo valor y enseñarles a nuestros hijos que las mujeres no tienen por qué ir en segundo lugar», explica Rafael, que vive con su familia en Manzanares el Real (Madrid).
Algo similar manifiesta Cova. Ella y su pareja, Nico, tomaron la decisión «por una cuestión totalmente feminista: nos planteamos que nos parecía importante transmitirle a nuestro hijo que no simplemente por ser hombre tiene que ir su apellido primero». Y en su caso incluso lo han hecho a pesar de que el de Nico es un apellido menos común que el de Cova, algo que suele influir en la elección. «Díaz no tiene mucha enjundia y es muy común, es algo que piensas, pero aunque partió de mí la idea al final es algo que compartimos los dos. Entre nosotros no ha supuesto ningún problema, aunque sí nos ha pasado en nuestro entorno que mucha gente nos ha dicho las típicas cosas de por qué hacéis eso, qué necesidad…», reflexiona Cova. Rafael es consciente de que «para la mayoría de las personas no tiene relevancia», pero «para nosotros sí, es una forma de visibilizar la igualdad».
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