Las aulas de Hungría son el último campo de batalla de la nueva ola conservadora contra los derechos LGTBI
La semana pasada, el Parlamento de Hungría prohibió toda representación de la homosexualidad o de la transexualidad dirigida a menores, en materiales educativos y en televisión. Al incluir la medida en una ley que protege a los niños del abuso infantil, el presidente húngaro Viktor Orbán estableció una conexión explícita entre homosexualidad y pedofilia.
Al hacerlo, recurrió al bulo de que las personas homosexuales y trans constituyen un peligro para los niños. Durante mucho tiempo, gran parte del mundo había prescindido de este discurso, pero ahora está viviendo un nuevo y preocupante resurgir en la batalla global contra la llamada «ideología de género».
«La lógica del Gobierno es encontrar un enemigo y fingir que salva al país de ese enemigo», dijo la semana pasada ante el Congreso de Estados Unidos Tamás Dombos, referente LGTBQ+ de Hungría. Dombos describió la nueva ley como «una estrategia política consciente y diabólica» del Gobierno para desviar la atención de su caótica respuesta a la crisis de la COVID-19. La legislación también es una primera salva de cara a las próximas y reñidas elecciones, y una manera eficaz de marcar lo que yo llamo una «línea rosa»: la barrera nacionalista que protege, en este caso, los «valores» húngaros frente al supuesto imperialismo inmoral de George Soros y Bruselas.
La ley antigay de Putin
La ley húngara se hace eco así de la legislación de «propaganda antigay» impulsada por Vladimir Putin en 2012 para contrarrestar la creciente oposición que afrontaba en las ciudades por su candidatura a un tercer mandato presidencial. También es una forma de preparar el escenario para repetir, en Hungría, la campaña electoral de Andrzej Duda en Polonia el año pasado, que atacaba la «ideología LGTB».
Es irónico que estos políticos «antioccidentales» estén siguiendo las estrategias aplicadas en 1977 en Estados Unidos por la campaña de Anita Bryant en Florida, «Save Our Children», que pretendía eliminar de los planes de estudio toda referencia a la homosexualidad y fue el origen de varias leyes en todo el país. Mucho antes que Rusia y Hungría, el Gobierno británico de Margaret Thatcher aprobó la sección 28, que prohibía la «promoción» de la homosexualidad en los colegios.
Esta ley no se derogó hasta 2003 en Inglaterra y Gales. En Estados Unidos, las leyes de «no promoción de la homosexualidad» siguen vigentes en cuatro estados del sur, y hay otros dos estados, Arizona y Tennessee, que han estado a punto de restringir recientemente el acceso de los estudiantes a información sobre identidad de género y orientación sexual.
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