El legado de 250 maestras del siglo XIX y XX: «La educación femenina ha sido el verdadero motor de cambio en la sociedad»
Durante los siglos XIX y XX, las mujeres fueron accediendo poco a poco al sistema educativo, venciendo resistencias externas e internas. “La educación suponía una ruptura con los cánones sociales establecidos y muchas renunciaron a ella por no enfrentarse a su familia, o bien tuvieron que armonizar contradicciones en sí mismas, sintiéndose culpables por desear lo que no estaba reservado para ellas”, explica Magdalena Lasala, la autora del segundo volumen del proyecto ‘Legados de Mujeres Aragonesas’ impulsado por el Servicio de Igualdad del Ayuntamiento de Zaragoza para visibilizar y reconocer el trabajo olvidado de profesionales que, aunque no fueron suficientemente reconocidas, destacaron por su actividad intelectual y contribuyeron a crear la identidad femenina en Aragón.
Nombres como el de Julia Peguero Sanz, profesora, pedagoga y comunicadora que fue pionera en la defensa de la participación de la mujer en la vida pública, además de cofundadora en 1918 de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), de la que ocupó diversos cargos directivos, hasta su presidencia, como cuarta y última presidenta. O María Sánchez Arbós, nacida en Huesca que incorporó todos los principios de la Institución Libre de Enseñanza, lo más avanzado en pedagogía de ese momento. Estudió también en Madrid y estuvo en contacto con todos los intelectuales de la época, además de escribir varias obras en torno a la escuela del futuro.
Entre las páginas de este libro que pone nombre y apellido a mujeres aragonesas, aparecen también Pepita Castán, natural de Graus y una de las primeras grandes pedagogas del XX; Patrocinio Ojuel, pionera en introducir el método Montessori en Aragón o Gregoria Brun, de Hecho (Huesca), profesora que educó a muchas generaciones de maestras y que llegó a ser la directora de la Escuela Normal de Maestras en Zaragoza en 1856.
Se encuentra también Andresa Recarte, una de las grandes figuras de la enseñanza zaragozana por ser “la única persona en su época con una formación y unas prácticas innovadoras”, y Eulogia Laguente, quien recibió en 1914 la medalla de oro de Zaragoza por ser maestra ejemplar, año en el que también fue condecorada con la distinción de Alfonso XII. Aurora Miret, maestra y una de las primeras concejalas del Ayuntamiento de Huesca o Ana Mayayo, más conocida como Doña Anita, quien formó de la Junta Municipal de Primera Enseñanza, desde donde impulsó el ropero escolar, la cantina y las colonias escolares, componen también el repertorio de este libro.
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