Isabel Villanueva, violista: “Hay que abolir el concepto música clásica”
Su último proyecto es Signos, un concierto coreografiado con el bailarín Antonio Ruz en el que entronca a Bach con Kurtag. Pero la inquietud de Isabel Villanueva no queda ahí. En su empeño de desmontar el concepto música clásica, la violista enamorada del jazz y del flamenco, abre barreras. No solo como intérprete en escenarios donde ha sido pionera, como Irán, también en la experimentación, con el deseo de abrirse a nuevos públicos. Cuenta con un aliado: su instrumento, un Enrico Catenar turinés de 1670. “Nació antes que Bach”, dice. Ella vino al mundo en Pamplona, tiene 33 años y se ha convertido en referente de su cuerda a nivel mundial.
Pregunta. La viola, ¿no es la hermana pobre de la cuerda en una orquesta?
Respuesta. Hasta hace poco ha sido la cenicienta. Ya no. En el origen de la cuerda frotada, no es que sea la hermana pobre, es la madre. Luego la desbanca el violín. Por su tesitura media, no se encuentra en ninguno de los extremos.
P. ¿Es un instrumento moderado, entonces, a medio camino entre el chelo y el violín?
R. Yo diría que ambiguo. Me pregunto muchas veces también por qué no ha llegado al protagonismo del violín o del chelo. Y es, entre otras cosas, por la potencia del sonido, sobre todo de los agudos, que destacaban más en salas grandes. También era un instrumento difícil, complejo, por su variedad de medidas en altitud, anchura y grosor. Además, había pocos solistas.
P. Los compositores, aparte, ¿la traicionan? No escribían para el instrumento.
R. Bach tocaba la viola, Mozart, Dvorak y Mahler, también… Pero al no haber solistas, ¿qué podían hacer?
P. ¿Ha llegado el momento ahora de la viola, un instrumento que no polariza, para templar ánimos?
R. Es verdad, equilibra. Se encarga del balance con todas las partes.
P. Para tocarlo también, ¿necesitan los intérpretes ser equilibrados?
R. Por supuesto.
P. Pero no siempre ocurre…
R. Bueno, es importante también salirse un poco. La normalidad no encaja con el carácter de un músico. Somos extremos. Necesitamos disciplina férrea por un lado y locura por otro.
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